AídaSu ex marido, no contento con gastarse lo poco que ganaba en prostitutas, la molía a palos. Su primera hija, Soraya, por quien abandonó los estudios para criarla cuando sólo tenía 17 años, voló del nido nada más cumplir la mayoría de edad. Y su formación no llega para otra cosa que no sea pluriemplearse fregando escaleras para poder llegar a fin de mes.
Tampoco consigue superar su alcoholismo y su hijo Jonathan quiere irse a vivir con el sinvergüenza de su padre. Sin encontrar otro hombre con el que merezca la pena intentar una relación estable, a Aída sólo le queda una cosa que hacer con su vida: reírse.
Es una heroína contemporánea. Habría que ver a mucha gente en su situación. Donde otros son carne de psiquiátrico, a Aída se le ocurren chistes. Todo le va mal y, sin embargo, se niega a darse por vencida. Luchará hasta las últimas consecuencias y se batirá el cobre con quien sea... menos con su madre.
Porque esa es la guinda del pastel. Como si Aída no tuviera poco con su situación, ha de sufrir a su madre todo el día encima dándole la paliza. Se tuvo que ir a vivir con ella cuando se quedó viuda y es una mujer vaga, rencorosa y amargada, lo más ruin imaginable. Y como tal, le echa a su hija la culpa de todo lo humano y lo divino. Justo lo que necesita.
Con este cuadro, Aída García García sólo alberga una esperanza: completar sus estudios y sacarse el secretariado para, por lo menos, poder trabajar sentada.