jueves, 29 de enero de 2009

La chica de al lado.


Paz es amiga de Aída de toda la vída, vecina perfecta, mujer atractiva y persona bondadosa. Además, es prostituta. Sólo Chema, Aída y el Luisma lo saben. Ante el resto del barrio, ella no es más que una azafata de congresos. Con Luisma tiene una larga historia de tensión sexual no resuelta que siempre conlleva chistes, malentendidos y allanamientos de morada. Cada vez que Paz está a punto de dar el paso y de reconocer que tal vez ella también siente algo por él, una nueva metedura de pata del chico la devuelve de nuevo a la realidad.

Paz es la fantasía sexual y objeto de deseo y miradas de todo el barrio, en especial de Jonathan, el hijo de Aída, y sus amigos. Su vida como prostituta le ha llevado a tener sus ahorros y llevar una vida bastante lujosa para el barrio donde vive, pudiendo permitirse sus vestidos caros y la casa más agradable a la vista de todo el bloque.

Muchos son los atributos básicos de la chica más guapa de 'Esperanza Sur' pero si alguien ha sabido definirla en una sentencia por dentro y por fuera ha sido, cómo no Luisma, con aquella inolvidable exclamación: "¡Paaaz!. Tienes un corazón que no te cabe en el pecho. Bueno, en el pecho sí!".

¿Qué pasa, que el Luisma es tonto?


Luisma

Luisma es un toxicómano recuperado que ha perdido durante el proceso las pocas luces que tenía antes de caer en el mundo de las drogas. Tras su salida del centro de rehabilitación vive con su hermana Aída, su madre y sus dos sobrinos. De todas las ideas del mundo, el Luisma siempre escogerá la peor para salirse con la suya, sin importarle todos los principios lógicos que sean pisoteados para llevar a cabo su plan.

Pese a todo, tiene buen fondo y suele detenerse cuando alguna de sus fechorías está a punto de afectar a alguno de los que le rodean.

Entre Paz y Macu

Está enamorado desde siempre de su vecina Paz, supuesta azafata de congresos que es en realidad prostituta. Cuando Luisma se entera de su verdadero oficio (es uno de los pocos del barrio que lo conoce) no sólo lo respeta y comprende, sino que lo considera un paso positivo hacia su voluntad final: acostarse con ella.

En este camino se interpondrá Macu, la sobrina de dueño del bar del barrio, que se queda embarazada de Luisma después de compartir una noche de borrachera. Lejos de volverle responsable, su futura paternidad acentúa su su carácter macarra.

Mauricio Colmenero, moroso y putero




Mauricio

Hay quien sostiene que España es, en su conjunto, un gran bar. Luís García Berlanga, por otro lado, dijo que España era todo aquello que fastidiaba a los extranjeros. Sin decantarse por ninguna de las dos ramas de pensamiento, en una perfecta equidistancia, hay individuos que toman partido por las dos posturas a la vez: habitan en el bar odiando lo foráneo. Esa es su vida. Y por su puesto, a modo de condecoración espiritual, la Providencia les distingue con el más prestigioso galardón que puede ostentar un hombre de estas características: el bigote. Mariano Peña es uno de estos afortunados.


Regenta el bar del barrio, al que llamó 'Reynols' en homenaje al insigne actor protagonista de joyas como 'El rompehuesos', 'Los caraduras' o 'Mis problemas con las mujeres'. Porque Mauricio, digan lo que digan, no tiene problema ninguno en admirar a un extranjero. A cambio, sólo pide una cosa: que no se acerque a menos de tres mil kilómetros de su querida España. Porque ver a un extranjero mancillando La Patria al caminar suavemente sobre ella le enerva. Le hierven los jugos gástricos.


Si acaso, y en un gesto de infinita generosidad, permitiría la estancia de extranjeros en España en un caso nada más: trabajando para él en condiciones de esclavitud. Así está el camarero de su bar, que encima osa levantar la vista de los vasos ¡Que no se limpian solos! hay que gritarle. Estos tíos vienen a tocarse los huevos -piensa Mauricio- pero no durante mucho rato, que eso de pensar, le han dicho, resulta un poco afeminado.

Hombre de pelo en pecho

Y él es un hombre. Un macho ibérico. Una persona con inquietudes culturales -los toros- gastronómicas -el jamón- y antropológicas -las prostitutas. Para qué más, se pregunta, si así ya es un -hombre de bien. La ambición no es cristiana. Y Dios no se anda con chiquitas. Como premio a su bonhomía, le adjudicó en la lotería de la vida un hermano homosexual y una sobrina 'ligera de cascos' que se queda embarazada de un ex yonki.


Sin embargo, en no pocas ocasiones tiene que ayudarles. Y es ahí donde, en lo más hondo, en las profundidades abisales de su ser, parece, puede ser que, tal vez, en un supuesto remoto, haya un ser humano en su interior.

El tendero tranquilo


Chema

Es el dueño de la tienda del barrio. En medio de un vecindario de locos, ex drogadictos, fachas, delincuentes y gente gritona, Chema es el que aporta conciencia,sentido común y entendimiento. Desde que su esposa Marisa le abandonó se convirtió en un tipo solitario que dedica su vida a su tienda y a la educación de su hijo Fidel, un niño muy especial con gran coeficiente intelectual y una apasionada devoción por el baile, la ropa, los musicales y el cine clásico.

Mantuvo un romance con Aída, que llegó a su fin por la violenta forma que tenían de colisionar dos personalidades tan tremendas.

Cabezón como el que más, su manía de intentar mediar en los problemas del barrio siempre acaba haciendo que se meta en líos, aunque es incapaz de dejar de hacerlo.

La reina de la serie


Aída

Su ex marido, no contento con gastarse lo poco que ganaba en prostitutas, la molía a palos. Su primera hija, Soraya, por quien abandonó los estudios para criarla cuando sólo tenía 17 años, voló del nido nada más cumplir la mayoría de edad. Y su formación no llega para otra cosa que no sea pluriemplearse fregando escaleras para poder llegar a fin de mes.

Tampoco consigue superar su alcoholismo y su hijo Jonathan quiere irse a vivir con el sinvergüenza de su padre. Sin encontrar otro hombre con el que merezca la pena intentar una relación estable, a Aída sólo le queda una cosa que hacer con su vida: reírse.

Es una heroína contemporánea. Habría que ver a mucha gente en su situación. Donde otros son carne de psiquiátrico, a Aída se le ocurren chistes. Todo le va mal y, sin embargo, se niega a darse por vencida. Luchará hasta las últimas consecuencias y se batirá el cobre con quien sea... menos con su madre.

Porque esa es la guinda del pastel. Como si Aída no tuviera poco con su situación, ha de sufrir a su madre todo el día encima dándole la paliza. Se tuvo que ir a vivir con ella cuando se quedó viuda y es una mujer vaga, rencorosa y amargada, lo más ruin imaginable. Y como tal, le echa a su hija la culpa de todo lo humano y lo divino. Justo lo que necesita.

Con este cuadro, Aída García García sólo alberga una esperanza: completar sus estudios y sacarse el secretariado para, por lo menos, poder trabajar sentada.